Club Deportivo Caspe
 

Temporada 1977/78


Una de las personas encuestadas para la elaboración del presente capítulo significaba una frase corta pero terminante al relato de sus memorias: "Temporada para olvidar". Efectivamente, el tiempo que media entre el verano del 77 y el mismo período caluroso del año siguiente, no evoca acontecimientos relevantes. El equipo desciende de categoría como consecuencia de la nula planificación existente. No hay un proyecto claro de futuro y tan sólo, a golpes de buena voluntad, se sale al paso de los problemas más inmediatos.

Si al inicio de la temporada anterior matizábamos el presupuesto restrictivo que propiciaba el Club Deportivo Caspe, esta campaña la regresión se deja notar con mayor rotundidad, pero además, para completar el análisis que explique la pérdida de la Preferente, no debemos pasar por alto el cambio de presidente a mitad de competición y la desunión entre los miembros de la Junta Directiva: una parte apostaba por un equipo formado por jugadores de casa y la otra, quizá heredera de anteriores fórmulas, por la invasión de futbolistas ya hechos.

El presidente de la Sociedad, Gregorio Martínez Montón, advierte serias dificultades para seguir ostentando la máxima representación del club por problemas familiares que le obligarán a dejar la plaza de Caspe un año después. Motivo por el cual termina su breve mandato ocupando la secretaría y ofertando el puesto vacante a otro aficionado que tuviera deseos de trabajar y tiempo necesario para poder hacerlo.

En Caspe se establece una empresa de Fundiciones de Aluminio, cuyo jefe es un forofo del fútbol y muestra inusitada vocación por ampliar su círculo de amistades. Antonio Vidal encuentra un medio idóneo que colme sus deseos y rápidamente se enrola en el primer equipo de la localidad, entidad por otro lado siempre abierta a cobijar gentes deseosas de figurar en sus directivas, dadas las escasas simpatías que el cargo transmite.

Cubierto el puesto de presidente, se forma una Junta que presenta, en líneas generales, la continuidad de los miembros que han actuado en las directivas precedentes. Su primer cometido, tras la marcha de Jesús Romeo Pérez al Binéfar, será contratar a un entrenador. El nuevo técnico, Pedro Marco Torres, también reside en la capital aragonesa.

Solventado el primer escollo, la cúpula dirigente del Caspe tiene por delante un reto difícil de asumir, puesto que siete de sus titulares (Nicolás, Cortés, Soriano, Cardona, Yus, Algárate y Leandro) abandonan la disciplina caspolina. Para llenar el vacío provocado por tal alto porcentaje de bajas, se rescata una idea ya experimentada, enseña de éxito seguro: Hacer un equipo con una base local reforzado por tres o cuatro jugadores de fuera que suplan el déficit más significativo.

Pedro Marco aprovecha las buenas relaciones que había mantenido su antecesor con los dirigentes de la Ciudad Deportiva del Real Zaragoza para solicitar algún jugador que cumpla los objetivos marcados. Las gestiones resultan infructuosas y los nombres propuestos no son cedidos; por contra, aquellos que fichan no dan la talla apetecida. Este hecho, junto a la gran cantidad de jugadores jóvenes e inexpertos que acceden bruscamente a la Preferente, será crucial para la definición del Torneo.

Y como la estancia terrenal de los humanos se mide por ciclos, y éstos, a su vez, por rachas, la conjunción de los astros no dibuja un buen semblante en el firmamento futbolístico; bien es sabido que las desgracias nunca vienen solas. La crítica situación por la que atraviesa el club se ve agravada por la mudanza de su máximo mandatario. La empresa en la que trabaja Antonio Vidal es trasladada, sin demora, a la provincia de Barcelona y el presidente, con tan sólo cuatro meses de gestión, queda forzado a presentar la renuncia. La entidad pierde a su principal valedor y se hace obligada la sucesión.

El relevo se ejecuta de forma inmediata y Vicente Bret Abadía, vicepresidente primero, pasa a ejercer como tal: "... no citamos a los socios porque, según el orden jerárquico, era completamente legal cubrir la vacante con el siguiente directivo". Bret acepta el requerimiento de sus compañeros y se apresta a concluir el año con la promesa de convocar elecciones: "... en el partido del domingo se anunció por los altavoces la situación, salimos los dos al centro del campo, nos dimos la mano y el público aplaudió, oficializando el traspaso de poderes".

Vicente Bret ostenta el cargo los seis meses restantes de Liga y se compromete, en ese tiempo, a seguir confiando en la labor de cantera, "por dos razones fundamentalmente: íbamos justitos de dinero y no podíamos permitirnos dispendios en los fichajes, y porque siempre he recordado aquellos equipos de la Plaza y la Cantera, la gran cantidad de buenos jugadores que dieron al Caspe".

La historia reciente del club tiene dos exponentes precisos: la etapa de Gómez Callao, como cabeza visible a una política de seguimiento localista, y la posterior de Ceferino Cortés, en la que el condicionante forastero acumula mayor número de individuos, por diferentes razones ya expresadas con anterioridad. Ahora, ambas posturas chocan frontalmente y la discusión crea una fuerte polémica, hasta el punto de que el nuevo presidente recibe un anónimo: "... y me decía que debían jugar los chavales, cuando era eso lo que yo pretendía y por lo que luchaba. ¡Está claro! Al haber más gente del pueblo, éstos arrastran más personal al campo". El planteamiento, sin embargo, queda roto y desgajado al no observarse una continuidad y ser demasiado brusco el paso a la máxima categoría: "... no me alegré por el descenso pero sí opinaba que en Primera Regional seríamos muy superiores al resto, como se demostró al año siguiente".

Las siete bajas en el once titular resienten en exceso las estructuras del equipo, como no podía ser de otra forma, y los cuatro sobrevivientes (Moreno II, Solán, Berges y Sanz) no pueden contrarrestar por sí solos la debacle que se avecina. Se pierden once puntos en casa, una cifra semejante a las últimas campañas, pero únicamente se logran tres puntos fuera (tres empates) que llevan al equipo a la decimoséptima posición final de la tabla clasificatoria.

Para cubrir los huecos se contacta con Santiago Moreno (Moreno I) y José Diego (Diego I), fuerza y técnica, pero sobre todo, veteranía. Para el resto, Tena defiende la portería y cuatro jugadores, Latre, Ferrero y Gonzalvo en el eje de la defensa y medio campo y García Muniente en el ataque, ascienden del segundo equipo. Otros compañeros, en menor medida, ayudan a sacar adelante las cuarenta jornadas de competición.

En este último apartado hay dos jugadores que vuelven del Servicio Militar y evolucionan, con desigual fortuna, su intención de practicar el deporte federado. Carmelo Hernández Pueyo se licencia en octubre y comienza la temporada con el B, dando a continuación el salto al primer equipo. Por su parte, Enrique Salvador Gómez Sebastián empieza a entrenar en pretemporada, pero se le reproduce una antigua lesión de cadera y debe pasar por el quirófano: "... me la hice con el filial dos años antes, cuando intentaba despejar una pelota que había ido de poste a poste. Al final, la lesión me apartó del fútbol".

Quien también tiene muchas dificultades para jugar es el recién ascendido José Manuel Ferrero Dolader. Ferrero estudia en Lérida (ingeniero agrónomo) y viaja todas las semanas a Caspe, "cobraba 127 pesetas por partido, justo para sacar el billete del autobús hasta Bujaraloz, el resto del trayecto lo hacía a dedo". El jugador había comenzado en el Arena Sport ocupando una situación adelantada, plaza que cede por la de central para no abandonarla a lo largo de su carrera futbolística: "... debuté con el Caspe en Zuera, perdimos por cuatro a cero y marqué un gol en propia meta, pero ese pueblo me traería suerte, pues, aunque entonces no la conocía, de allí es mi mujer".

En cuanto a las ausencias, notables son las de Antonio Moliner Vaquero, "me pilla haciendo la mili", y la de Manuel Cortés Maza, "mi estancia en el Binéfar tuvo una sensación agridulce". Cortés recuerda con cariño su paso por el club oscense, pero sufre una grave lesión (rotura de ligamentos cruzados) que le aparta prematuramente de la práctica futbolística, seccionando de un tajo la prometedora trayectoria emprendida: "...sólo jugué frente al Caspe el primer partido, en el Plano, pero en las dos ocasiones nos pudieron ganar con claridad". Cortés encuentra, inexplicablemente, cierta ingratitud en los dirigentes caspolinos: "...no me dejaban entrenar en el campo de fútbol cuando unos meses antes me habían otorgado la baja sin ningún tipo de problemas ni contraprestación económica alguna".

El calendario va dejando caer las hojas, inexorablemente y poco a poco, la afición caspolina contempla resignada el sino de los resultados. "La gente... -dice Pedro Marco Torres- ...era consciente de que con los chavales no podíamos hacer otra cosa, además, en algún partido, hubo cosas inconfesables que nos perjudicaron notablemente". Marco anota pacientemente en su libreta de trabajo alineaciones, sustituciones, goleadores, árbitro e incidencias, puntuando a cada protagonista según la labor realizada, "... la gente se portó muy bien, me pagaron hasta la última peseta del contrato y el señor Clavería me regaló una placa pirograbada con el escudo del club".

La Liga termina el 12 de junio consumando el descenso de categoría y cinco días más tarde se celebra la Asamblea de socios; el melón de la sucesión estaba abierto, sólo restaba por conocer quién relevaría a un cansado Vicente Bret Abadía: "... el descenso provocó actitudes encontradas y desleales. Había pagado la publicidad de los carteles desde hacía mucho tiempo sin haberme aprovechado nunca del ambigú para meter la marca de las bebidas que repartía y, honradamente, no me merecí aquel trato, me sentí desilusionado y con una falta total de apoyo". Cavilaciones que, lamentablemente, no se circunscriben ni a una persona en concreto ni a una época determinada; el olvido se lleva por delante tanto a buenos como malos gestores; quizá sea un pago generalizado pero, al mismo tiempo, comete injusticias y deja hundidos a quienes obraron según su conciencia sin aprovecharse de su cargo.


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